No soy esa


Yo no soy esa que habita en mi. La olla, la vasija, la cueva, la tumba, la tierra, la madre, la sacerdotisa, la virgen, la diosa, la amazona. Yo no soy esa que habita en mi. La bruja, la esposa, la puta, la amiga, la hermana, la tía, la prima, la suegra, la amante, la curandera. Yo no soy esa que habita en mi. La carne, mi cuerpo, sí. Ni buena ni mala ni bella ni frágil, yo no soy esa que habita en
mi. Me quede embarazada. No, no lo busque. No, no lo quería. Simplemente paso contra mi voluntad, tenía un DIU puesto, con dignidad y en silencio, asumí mi derrota. Este cuerpo me mata. Después de criar a dos hijes quería retomar mi yo individual, sacarlo a pasear, de copas. Quería sentir mío el tiempo y dormir toda la noche. Quería sentir mis sueños no tan lejanos, quería que
fuera el quien chupara mis senos. Comencé poco a poco a liberarme de todo, de mi suegra, de mi madre y de mi marido y de mis hijes, de mi instinto maternal, aunque de esto quizá no deba alardear. Comencé entonces a preparar dentro mío una explicación propia, sin filtros, liberarme de la maternidad como institución, buscar mi propia conexión con este mal bicho cuerpo que dios me
dio y abrazar con nuevos brazos mi maternidad. No fue rápido ni exento de dolor, pero me sentía lista, fuerte, empoderada. Pero nada te salva de este cuerpo, de esta carne de mujer. Todo se me vino abajo, los sueños y el alma. No quería ser madre de nuevo, madre de dos ya me suponía un inmenso esfuerzo. Pensaba en mis hijes tan bellos y en mi moribunda relación de pareja. Quería otra cosa, volver a reanimarla. Me hice la prueba, no podía creerlo, tenía un DIU puesto. La marca azul cobalto me mostro el abismo. ¿Y ahora que hago? Sentí en mi carne, empezar de nuevo. Caminar pesada, dormir a trozos, meando por la noche a cada rato, las hemorroides y el locuron del parto. Me sentía responsable, torpe e insignificante y tremendamente idiota. Pensé que mis hijos en cambio, estarían contentos. Por favor que nadie me felicite, a la punta mierda el patriarcado!. No quiero ser madre de nuevo, es que es tan difícil de entender! No sabía como podría volver vivir lo mismo otra vez. Cuidando otro pequeño ser humano, frágil y tirano, siendo yo para el todo, su cobijo, su alimente, y su sonrisa o su llanto, mi condena. Fue solo un segundo, ya que ahora, estaba segura y fuerte y la ambición corría por mis venas, no dejaría que nada me apartara de nuevo de mis días, de mis sueños, de mi cuerpo, de mi vida. Yo no soy esa que habita en mi. La olla, la vasija, la cueva, la tumba. La madre, la sacerdotisa, la virgen, la diosa, la amazona, la tierra. Yo no soy esa que habita en mi. La bruja, la madre, la esposa, la puta, la amiga, la hermana, la tía, la prima, la suegra, la amante, la curandera. Yo no soy esa que habita en mi. La carne, mi cuerpo, sí. Ni buena ni mala ni bella ni frágil, yo no soy esa que habita en mi.

La Madre


Veo su cuerpo quebrado y su pelo mal recogido con la piel ajada, seca, con ojeras en la cara. Pienso
en su maternidad, conjunto de escombros, llena de mugre, de mocos y dos criaturas pequeñas y
sanas, implacables, tironeando su alma, mordisqueando sus entrañas. Sabiéndose derrotada, sola, se
entrega a ellos en una mueca de dolor, un espasmo. Yo les amo, soy su madre, solo estoy cansada.
Se dice la pobre, creyéndose en falta, siempre culpable siempre responsable, aunque este a punto de
romperse y quedarse averiada para siempre. Nadie la mira, nadie la ve. Ella también esta ciega, mas
allá de sus propios demonios, nada ve. La compra cuelga del carrito, algunos tomates se han caído,
redondos, lisos, suaves y jugosas, llenos de vida la vuelven en si, consigue ponerse en pie,
gigantesca y monstruosa, emprende otra vez el camino, moviéndose angustiosamente despacio bajo
al sol abrasador del verano, que mirándola directo a los ojos, la sigue, la juzga y la pone a prueba.
Consigue su objetivo y llega al parque, como el día de la marmota, hay otras madres. Algunas
felices, otras también avasalladas, se entretiene observándolas, deseando ver en ellas lo que
atormenta su alma. Las observa angustiada, no parecen como ella, mientras tiradas en la suelo,
sucias y encorvadas, con los niños juegan. Ellos pueden ser crueles, nadie les acusa, son niños y tu,
la madre. Soy una madre y ellos mi propia carne, eres su madre, aunque te duelan las tripas y de
furia y culpa estés desquiciada. Eres ese monstruo, enjaulada en un papel que todo el mundo parece
saber bien cual es. Eres su madre, su único acompañante, imprescindible, abnegada, dulce y
entregada. Eres su madre que les canta por la noche nanas, eres su madre y juegas con ellos, les
limpias la caca. Le alimentas, nada de dulce! Todo sano y variado y mucha fruta de temporada. Le
ensenas, le alientas, le consuelas, eres su mundo. No le grites, no te contradigas, no fumes ni bebas!,
ni tengas amigas, ni diga porquerías, eres su madre. Eres su madre, aunque quisieras no serlo,
desarmarte, de-construirte, desaparecer, huir! y solo de pensarlo te sientes morir. Ahora vuelves a
casa, desandando el camino cuesta arriba, de nuevo aferrada al carrito con la compra aun colgando,
tironeada por uno, que tirado en el suelo grita y se retuerce y te reclama, una rabieta, es normal, es
la edad, dices con los ojos al transeúnte de turno que te juzga y te condena sin mas. Tu eres su
madre, sola, consigues salir adelante. Piensas en la cena, con los ojos clavados en el vacío rodeada
de gritos, subes a un tercero sin ascensor. Tu eres su madre y preparas la cena y el baño sin ganas.
Te queda aun dormirles pero tu ya no sientes nada. Entonces te apoderas también de mi, luchas y
castigas mi pensar y de un manotazo de tu mano grande y peluda te deshaces de mi, porque no
sabes que otra cosa te ayudara a seguir.

La institución de la maternidad

Era uno de esos soleados días de final de otoño, que a pesar de llevar viviendo en Madrid desde hacía más de 10 años, no dejaba de asombrarle que aún no hiciera frío y que la hacía tremendamente feliz y amar Madrid y abrazar esa expresión tan sobada como profunda y misteriosa: «Madrid es mi lugar en el mundo» .

Con ese sensación de plenitud que sólo sintió al pisar la acera después de bajar los tres pisos de su edificio con su recién estrenada maternidad en un brazo y en el otro, el capazo enorme propio del recién nacido.

Estar segura de si misma era algo completamente nuevo para ella y no tardó en darse cuenta que provenía de su estrenada maternidad. Nada podía con ella ahora que había sido capaz de engendrar y parir un niño completamente sano, y porqué no decirlo, precioso.

En ese primer paseo, se cruzó con una vecina llegando a la esquina. Apenas había caminado orgullosa empujando el capazo unos 5 minutos. La vecina, sonriente la paró, dejó rápidamente la compra del supermercado en el suelo y se abalanzó sobre ella para felicitarla por su reciente maternidad con la frase: Ah! ya ha nacido? qué alegría ! y qué tal ? BIEN bien! contestó ella desde lo más profundo de su ser pleno de felicidad y confianza. A verlo? y la madre bajó ágil y segura la capota del capazo y levantó la mantilla de lana azul celeste hecha a mano por su suegra, cuando sus ojos descubrieron arrebatados la sábana blanca y vacía de su capazo. Un grito agudo de terror recorrió su cuerpo de madre primeriza y despertó, tanteó su barriga a oscuras con ambas manos temblorosas y comprobó con angustioso alivio que aún tenía su bebe dentro de ella.

Feliz día de no cumpleaños

Captura de pantalla 2020-07-16 a las 11.57.34

Estoy leyendo el «El año del Mono», de Patti Smith (por dios! qué mujer!). Soy Mono de metal en el horóscopo chino, y ayer fue mi cumpleaños. Podríamos decir que apenas tuve llamadas, aunque sí muchos guasaps.

guasap 16/7 02.24 hs

«Feliz día de no cumpleaños y de asuntos que nada tengan que ver con exigencias y obligaciones…como si fuera una ramita que fluye por el río y se lo pasa bien hasta con lo que le impide el camino…te quiero.» Este hermoso mensaje, seguido de un enlace a Harlem River, de Kevin Morby, fue el mejor regalo que he tenido en mi 40 cumpleaños.  Como si una conexión estelar nos uniera, mi amiga siempre daba en el clavo, siempre sabía como hacerme sentir bien, y cuál era el mensaje que necesitaba oír, tanto escrito como melódico. No sé que palabras usar que pudieran transmitirle el bienestar que me provocaba saberme tan unida a ella. Ella dentro mío, ocupa un espacio enorme y sin embargo, hace que mi inconsciente se sienta más holgado.

Mi madre se olvidó de saludarme, y me dio la risa. Otro acto de generosidad absoluta por su parte, que por fin soy capaz de disfrutar. Cuán agradable es tener espacio y tiempo solo para uno, que necesario que nuestros progenitores nos lo den. Siempre se lo había reprochado, aunque siempre fui consciente que a la vez, disfrutaba de mi libertad y de sentir que yo era capaz de hacer las cosas sola, de hacerme a mi misma, ni mas ni menos, sin interrupciones, ni intromisiones, ni interferencias.

guasap 15/7 22:15 hs

España, Fresnedillas de la Oliva 15/7/20 _ Mamá, hoy es mi cumpleaños. En 2 horas se acaba el día. Mi día del 40 cumpleaños.

EE.UU, Tampa, Bahamas Breeze 15/7/20_GABITA PERDONAME!!! TODOS LOS DÍAS ESPERANDO PARA SALUDARTE Y HOY JUSTO ME OLVIDO. ES TERRIBLE! TE RE QUIERO, VOS LO SABES.

España, Fresnedillas de la Oliva 15/7/20 _jajaja Lo sé mamá. 40 años cumplo, Ni más ni menos de cuando tu me pariste.

EE.UU, Tampa, Bahamas Breeze 15/7/20_Gaby, cómo? Si yo termino de cumplir 40?. Realmente me parece que fue ayer cuando recién nacida te trajeron porque querías comer!!! Además el médico vino a ver si yo tenía también el dedo meñique torcido como vos.

España, Fresnedillas de la Oliva 15/7/20 _Osea que no hay duda de que somos madre e hija, no?

EE.UU, Tampa, Bahamas Breeze 15/7/20_No Gabita, no hay dudas y yo estoy muy orgullosa de ser tu mamá.

España, Fresnedillas de la Oliva 15/7/20 _Y yo de ser tu hija. Te quiero vieja.

EE.UU, Tampa, Bahamas Breeze 15/7/20_Gracias Gabuchita y perdóname por ser tan despistada. Te quiero mucho mucho mucho

España, Fresnedillas de la Oliva 15/7/20 _No te preocupes. Bs.

Mala fecha para nacer. En plenas vacaciones, en Argentina vacaciones de invierno, en España de verano. Prefiero las de España. Amo el sol y odio la oscuridad, la niebla y el frío. Eso, estar en mi cumple en verano, es una mejora en mi evolución personal, sin duda. Brava!

Pensé en festejar mis 40 con un asadito, ahora que ya sé hacer fuego. Había invitado a las dos amigas que tengo en el pueblo y su familia. Me encantó la idea de hacer el fuego mientras nos reíamos con una birrita y los niños revoloteando por la finca, como en realidad ya habíamos hecho muchas veces en el pasado. Sin embargo tuve que cancelar porque las dos familias están inmersas en una situación difícil entre ellas desde hace unos meses y no caí cuando pensé en cómo quería pasar mi 40 cumpleaños. No me apetecían malos rollos, el disimular cualquier cosa me da nauseas. Una pena porque amo a estas hermanas, mujeres que solo con un gesto de sus bellos y expresivos rostros me hacen doblarme de risa y con las que he compartido tantas confidencias, aturdidas tardes de parque y conversaciones de profunda desazón y llenas de humor. Pero estuve rápida, nos he ahorrado un mal rato a todos, otra manera de darme cuenta que mis cuarenta me han hecho un pelín más sabia o por lo menos, más rápida en entender mi realidad y actuar en consecuencia y consonancia. Brava otra vez! jajaj

En cambio, pasé mi cumple con mi hijo y su primo, que por primera vez está de visita en mi casa, y por primera vez también, puedo relacionarme con él, charlar, cuidarle, mimarle, besarle. Y así, en santísima trinidad, pasamos las horas de mi 40 cumpleaños, sin exigencias ni obligaciones, mientras el sol descendía poco a poco y se colaba a través de la vegetación, iluminando esos cuerpecitos imperfectos y en desarrollo que buscan sus propios límites y sienten y siento, quizás por primera vez, una felicidad compleja, celular, cósmica.

 

Mi rubia mireya

gabita

Mientras caminaba, grabó en sus entrañas,
el color, el olor, el sonido de una tierra, que ya nunca volvería a ser suya.
La angustia de aquella certeza, desgarraba su corazón inocente,
y hubiera entregado sus uñas ensangrentadas
por agarrase a algo que no fuera su destino.
Esas lágrimas que hacían flásidos sus músculos, no tenían sentido,
ni espacio.
Necesitaba disfrutar de esa linda y tranquila tarde de primavera, y encerrarla
consigo, junto al llanto, el miedo, el dolor, el vértigo, la soledad y la cobardía.

En uno de los muchos puestos de artesanía que había aquel domingo, su mirada se posó en un muñequita de trapo, que colgaba boca abajo de un tenderete con mirada huidiza.

Eseguida supo que se la llevaría consigo.

Veinte años y un acéano separan hoy a esas dos señoritas de mirada húmeda de todo y de todos.

Ellas, aprendieron juntas a coger de los pelos al destino,

y hacerlo suyo.

Emma

aitormuñeca

Aquella noche, buscaste compañía. Ese era tu mandato interno. No te quedes sola, no en esa casa. El pueblo, este pueblo, tiene el poder de sublimarte, como le pasaría a muchos de los escritores/as que han guiado tu vida. Ahora lo entendías desde otro lugar, quizás desde el único lugar donde es posible la verdadera comprensión, desde tu propia fantasía, desde tu propia historia, en tus carnes. En este pueblo tan bonito donde deseas vivir, debes pasar la noche sola. En una casa cuanto menos diré precaria, sin puertas blindadas, sin vecinos a ambos lados, abajo, arriba y enfrente, sin terrazas en la acera y voces humanas por todos el espacio, como en tu pisto de 60 metros de Lavapiés. Esta casa de verano, poco cuidada, rodeada de un jardín de 500 metros cuadrados, llena de arbustos, árboles, rocas y múltiples animales e insectos, a las afueras de un pequeño pueblo de la sierra oeste, se volvió tu insólito destino. ¿Cuántos años hace que no duermes sola? Bueno ese es otro tema, pero sí, hace mucho. Nunca fuiste fuerte o valiente, más bien eres débil e insegura, pero cierto es también, que saberte así, te hace luchar rabiosamente contra el ese viejo compañero de aventuras. Tu miedo, es un miedo compuesto, combinado, complejo, como todo lo que es evolucionado. Por tanto, proviene de adaptarse al medio a través de la selección natural. Sobra decir que no te entregaste sin plantar pelea a tu extraño destino, sino que invitaste a una amiga a pasar la noche contigo. O más bien le suplicaste. Durante el día, pasaste el sábado entero en la gloria, cualquier madre entenderá los siguientes detalles: vacaciones, sin tus pequeños retoños y en una casa de cuento en medio del bosque (o así la veías tu en tu fantasía) sin marido. Leistes muchísimo, vistes videos en internet e incluso buscaste casas en idealista, tanto en Lavapiés y alrededores, como en la sierra. Disfrutaste como nunca de tu soledad, de ti misma y de tontos e inocentes caprichos, que desde hace unos años se han vuelto lujos. Pero cuando eran las 22 hs y tu amiga no había aparecido, la llamaste asustada temiéndote lo peor: que no venga. Y así fue. Pero tu enfado, pequeño ya que entendiste la explicación que te dió, no te libraba del susto. Ahora sí que sí, tenías que dormir sola en esa inmensa y solitaria casona de pueblo medio destartalada. Lucubraste durante unos minutos ansiosos sin encontrar salida a tu situación. Te encerraste en uno de los cuartos, pusiste una mesa de escritorio para trabar la puerta y te envolviste en las sábanas cual crisálida. Y lloraste. Lloraste con un llanto sonoro, como si con él, todas los ruidos de la casa quedaran vencidos, tu última bala lanzada al aire.

Al amanecer, con el primer rayo de luz del nuevo día, desplegaste las sábanas para liberar tu cuerpo y quizá también tu alma, de aquella mordaza autoinflingida unas horas antes y saliste al jardín y la mañana te saludó como si fueras otra criatura. Devolvíste el saludo con un Nescafé y  te diste un largo y fresco paseo solitario por el bosque, olisqueando las flores y disfrutando del cielo azul.

Sin nombre

sinnombre

Es una de las primeras veces que no encuentro nombre a mis muñecas de trapo. Mientras las coso, dentro de mi, se anudan pensamientos, se conectan sentimientos, se me desenreda el alma.

A veces, veo cosas en ellas un parecido a mí que no pretendía, me cuentan cosas en las que no había reparado de mi propia existencia, y me enseñan a disfrutar del presente cada vez que las dejo libres.

Nada me sana más que coserlas, acariciando sus frágiles cuerpos que poco a poco, la forman y la conforman. Cada tejido me regala un textura diferente, y conozco la felicidad de la infancia al descubrirlas con el útimo nudo de la última puntada.

Siempre me susurran un nombre propio, y me desbordan las palabras que creo ordenar en un relato.

Así, con cariño, las regalo a gente que quiero, o que he querido, o simplemente, desaparecen de mi vida sin avisar, como si verdaderamente, huyeran de su aburrida vida de objeto decorativo.

Sin embargo, ésta aún se amotina en mis entrañas, su nombre desconozco, y las emociones más inconscientes bloquean mi precaria literatura.

Sólo he podido saber de ella, que es madre, inmigrante y obrera.

 

La madre de Juana

mama

 

Desde que tuve a Leo, miro el mundo con ojos diferentes. La maternidad me enseñó la profundidad y complejidad de los agujeros negros del espacio. En concreto, las madres nunca dejan de sorprenderme. Sin conocernos de nada, estamos siempre juntas, rondando los mismos sitios, nos vemos las caras en la puerta del cole, en las reuniones del cole, en el supermercado, cumpleaños, en la sala de espera del pediatra, en el parque… algunas veces, pocas, nos tomamos un vino y fingimos ser amigas y las mismas treitañeras que llevamos dentro, sólo que cerca de los 40, todas distintas y sin embargo todas encerradas en la misma jaula dorada. La preciosa maternidad.

Una tarde, a la salida del cole, la madre de Juana me invitó al teatro. Cómo siempre, la información me llegó entrecortada, 2 timas tradas, mar che, e rrio. Vamos? Sí, porqué no! dije, mientras era arrastrada por Leo que repetía divertida: corre, mami corre! Al llegar el martes, las dos caminamos contentas de ir solas por esas mismas calles que todos los días recorremos luchando con las rabietas de unos o gritando como locas a las pequeñas para que no crucen la calle solas. LLegamos enseguida. Era en un local cerca de Cascorro. Al entrar, nos pidieron que dejáramos los abrigos y los bolsos en un armario y bajemos por unas escaleras estrechas y oscuras. Aparecimos en un sótano iluminado con velas y lleno de pañuelos desde el techo hasta el suelo, música árabe de fondo y 3 actrices vestidas con chilabas rojas nos invitaron a desnudarnos mientras lo hacían ellas también. Acto seguido, nos repartieron unos pareos blancos a la vez que recitaban a coro algo que no se llegaba a entender bien, como una espacie de oración o mantra. Cuando todas estuvimos tapadas con los pareos, pasamos a una sala contínua. El espacio era pequeño, estaba caliente y húmeda por un vapor que emergía de una olla gigante llena de agua y muchos barreños más pequeños alrededor. Había también cestas llenas de frutas, pomelos, naranjas y mandarinas. Olía a cítricos, incienso y sudor. Todas, unas 30 mujeres de mediana edad, nos fuimos sentando unas al lado de las otras en unos bancos de madera dispuestos alrededor de la gran olla, mientras nos mirábas diverdidas e intrigadas. A continuación 6 actrices vestidas con nuestro mismos pareos, bailaron, recitaron poesía y escenificaron distintas fases de la vida de cualquier mujer. LLoraron, rieron, parieron bebés, gritaron y se ahogaron metindo la cabeza en el agua de los barreños, mientras se retorcían semidesnudas en el suelo mojado. Entre medias, una a una, nos fueron llevando al centro y despúes de quitarnos el pareo y las bragas, nos bañaron con unos guantes blancos de felpa, con agua caliente y jabón. A veces, las actrices provocaban conversaciones mas o menos íntimas, distendidas, de nuestras vidas cotidianas y nuestras labores del hogar, de cuidados varios que tan bien sabemos hacer nosotras, riendo a carcajadas aunque las palablas encerraban dolor y frustración. Yo y la madre de Juana, permanecímos en silencio. Mirando todos esos cuerpos desnudos, húmedos, rendidos a las manos de las otras, que frotaban con energía y generosidad, me sentí fuera del tiempo y el espacio. Despúes de que todas fuimos cuidadosamente bañadas, nos pidieron que nos sentáramos como en trencito, y nos dieron crema para que nos hiciéramos masajes unas a otras. Yo era la última del banco. Sentada justo detrás mío, la madre de Juana empezó despacio y suavemente a frotarme la espalda, me clavó los nudillos en los hombros, parece que sabe lo que hace, pensé al cerrar los ojos. Continuó agarrándome con fuerza el cuello con las dos manos, y  despúes, con la punta de los dedos, me acarició los brazos de arriba abajo y de vuelta a los hombros. Sus manos recorrieron mi columna hasta la cintura y de la cintura, avanzaron hasta la tripa y sin cerrarlas, subió hasta mis pechos. Mis ojos se abrieron sobresaltados, ha sido sin querer, pensé mientras volvía a cerrarlos. Pero cuando llevó sus manos de nuevo a mi cuello y despúes bajó por la columna hasta la cintura, deseé que volvieran a hacer el mismo recorrido. Y así lo hicieron. Esta vez, las dos manos me acariciaron los pechos unos segundos, nosé cuántos…varios…mis ojos se calleron hacia el infinito. De pronto, unos gritos generales, risas y cánticos de tierras y/o épocas lejanas, daban la obra por terminaba. Sin mirarnos, salimos a la salita continua donde habíamos dejado nuestra ropa, nos vestimos en silecio y salimos a la calle. Creo que pensé ahora qué ?! Ya las 23:30! dijo ella. Sí!! qué tarde! mañana hay cole, dije sin reconocer mi propia voz. Caminamos en silencio y en la esquina de Ave María con San Carlos, nos dijimos hasta mañana.

 

 

Luki, segunda parte

luki

Después de sentir un fuerte pinchazo en la barriga, me levanté de la cama y caminé con dificultad los cuatro pasos que necesitaba para llegar al baño.

Me desnudé y me paré frente al espejo.

Sabía que el momento había llegado.

Aquel espejo que aún hoy cuelga de la pared de nuestro baño, mostraba sin tapujos a una treintañera con cara de pan gallego, con un par de tetas de africana relajadas sobre una mesa camilla y unas piernas anchas como columnas griegas sobre algo parecido a unos pies a punto de explotar.

Sin embargo, lo que más me llamó la atención de esa señora fué su mirada, completamente segura, digna, feliz. Aquello sí que era todo una novedad.

Despúes de 9 meses, en los que no paraba de comer y llorar, por fin iba a conocer a mi  hijo. Una personita que yo misma había creado, quién me lo iba a decir a mí! yo?, madre!?!

Me metí en la ducha estrenando sociego, hice en silencio todas las diligencias necesarías para pasar los tres días de rigor junto a vos en el hospital, luego desperté a tu padre y aún con la voz de la Gabriela de toda la vida, no de la que seguro trendría la mujer que había conocido en el espejo del baño, le dije que creía que quizás había que ir pensado en acercarnos al hospital.

Él se puso muy nervioso y despúes de vestirse y dar mil vueltas por toda la casa, de preguntarme (varias veces) si estaba completamente segura de que ese líquido que le había confesado que me bajaba por las columnas griegas no era pis, cerramos la puerta y nos fuimos, sabiendo los dos que ya nada sería igual… a partir de aquél día, nuestras vidas cambiarían para siempre… Entonces me pareció una reflexión romántica. Ahora, despúes de 4 años contigo, puta que sí me ha cambiado la vida!!

Pero para bien, mi querido Lucas, para bien.

 

 

Luki, Primer capítulo

20170418_110355_HDR

El primer día despúes de las largas vacaciones de semana santa (mis hijos van a un cole super-mega-guay que tiene DOS SEMANAS DE VACACIONES!!!) me relajo en el sofá, una vez que tengo toda la casa recogidita, por supuesto, a leer los tintos de verano de Elvira Lindo. Me meo de risa con ella y confieso que la ultilizo para intentar aprender todo lo que puedo de mi pasatiempo favorito, escribir mini relatos.

Cobijada en una burbuja de alegría y ligereza, de pronto me acuerdo de esa peregrina idea de escribir una especie de memorias para mis hijos, siendo sincera y contando todo lo que significa ser madre, tanto lo hermoso como lo horrible, y hacerlo mientras aún me cago en todo por la cantidad de veces que me despierto por la noche, todas por culpa de ellos, incluídas esas ganas incontrolables de hacer pis que me quedó de regalo despúes de los dos embarazos, junto con una tripa estriada, colgante y fea.

Animada por la fácil y divertida lectura de los tintos, me digo: tienes que hacerlo, hazlo! no tengas miedo! si a vos no te lee nadie! Aunque sea sólo por desahogarte! venga tonta!  Así escupirás a las teclas del ordenador y no a tu amado esposo, que un día de estos, coge sus bicis y sus revistas de bicis y sus herramientas de bicis y te deja encima! …No estoy yo para más líos.
No voy a contaros todo todo, esto está claro, no? Para cuando leáis esto, ya tendréis edad para saber cómo se hacen los bebés. Empezaré mi relato unas horas antes de enterarme de que iba a ser una feliz mamá.

Me gusta recordar que una noche primaveral de hace 5 años, me afané en la pelea con vuestro padre como si no hubiera mañana. Ya me lo había dicho de pequeña mi madre, que a su vez se lo había dicho su madre: Si hay que pelear, pelea hija!. Y vaya que peleé.
Ahí estaba yo, vuestra futura madre, (por aquel entonces aún con el vientre plano) dándolo todo, y vuestro padre, qué os voy a contar…ya sabéis cómo es.. resistía el embiste con elegancia marcial, inflexible, inalterable, impenetrable cuando en un momento dado, se va a dormir al sofá y me deja gritando sola, derrotado por nocaut una vez más, aunque esto él jamás lo admitirá.
A la mañana siguiente, yo me despierto tranquila como la seda por haber ganado la batalla la noche anterior y de camino al baño, me acuerdo del predictor. Me meo en él como si fuera un trámite rutinario sin importancia, y oh! my god! dos rayas!! dos rayas rojas!! me da un vuelco el corazón!! Toda manchada de pis, intento encontrar el prospecto que me confirme por favor!! que dos rayas son efectivamente un positivo de embarazo!! y SÍ! DOS RAYAS SIGNIFICA EMBARAZO!!! Salgo de baño sin saber seguro si las piernas son mías, veo la cama vacía, sigo al salón y despierto a mi gordito para decirle que vamos a ser padres!! Él, entre que aún le duraba el cabreo, estaba con tortícolís por dormir en el sofá, y que no sabía nada de mis ciclos menstruales ni de mis compras de predictor, y también porque es un sin sangre, que todo sea dicho aquí jijiji, apenas hizo un gesto, y mudito, calentito y legañoso, me abrazó y nos quedamos fundidos en el sofá negro de Ikea, con la semillita entre nosotros.

Y así es cómo empezó tu andadura por la vida , mi querido y deseado Luki.


Sigue leyendo

Introduce tu correo electrónico para suscribirte a este blog y recibir avisos de nuevas entradas.

Únete a otros 16 suscriptores